Cuando mi padre me llamó para que lo asista en su agonía, mi vida
personal y familiar enfrentó un antes y
un después. Mi madre enviudó y ella indirectamente me buscó para ser desde ahí
su cuidador. Uno más de esos anónimos que asisten a sus padres ancianos y
enfermos. Unos lo harán por amor, otros por deber, por humanidad, por
obligación y otros porque no tienen elección. Bienvenidos a este mundo oculto
de puro sacrificio y del más grande amor;
así como a todos los comentarios de esos anónimos que damos y
paralizamos nuestras vidas por esos seres llamados padres.
Franz Merino
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