lunes, 2 de diciembre de 2013

ASOMADA A LA VENTANA.




ASOMADA  A LA VENTANA.

Por mi delante, a paso lento, veo avanzar una ancianita con  sonrisa y tierna mirada.
Se dirige a la ventana favorita de su casa, la de la derecha de las dos que tiene su sala,
están ubicadas en el segundo piso , de ellas  cuelgan  cortinas y cenefas blancas;
busca su silla roja de descanso,  se sienta y corre un poco la ventana móvil para airarse…
Es mi madre  que ahí entrega bastante tiempo  de sus mañanas, tardes y noches…
Observa… revive sus recuerdos… medita… asomada como vigía permanece…
Es casi centinela impaga de las viviendas de los vecinos y del auto abajo estacionado.
Desde el sillón, mientras yo escribo en mi computadora la escucho cantar sentidamente:

“Te quiero, como no te quiso nadie, como nadie te querrá.
Te adoro, como se adora en la vida, la mujer que se ha de amar.
Te quiero, como se quiere a la vida, cuando la vida es verdad.
Como se quiere a una madre, como se quiere a un hermano, con ese amor sin igual.
Como se quiere en la vida una vez y nada más”.

Apenas terminó  aquella romántica canción, empezó a entonar otra nostalgia. Poco tiempo me dio para seguir traspasando esos bellos versos brotados de su boca. Su voz angelical debía dejarla secundaria para concentrarme en esas frases de amor.

“Oye esta canción que lleva
alma, corazón y vida;
esas tres cositas nada más te doy.

Porque no tengo fortuna,
estas tres cosas te ofrezco
alma, corazón y vida
y nada más.

Alma para conquistarte,
corazón para quererte,
y vida para vivirla junto a ti”.

La absorbe un silencio y prosigue cantando esta otra:

“Sin un amor, la vida no se llama vida
Sin un amor... le falta fuerza al corazón,
Sin un amor el alma muere derrotada:

Desesperada en el dolor,
Sacrificada sin razón,
Sin un amor; no hay salvación.

No me dejes de querer... te pido,
No te vayas a ganar... mi olvido”.

Otro de esos cortos silencios la invade…  le auxilia a rebuscar en su memoria otra de esas canciones para los corazones enamorados, la  encuentra y la canta:

“Sin ti
No podré vivir jamás
Y pensar que nunca más
Estarás junto a mí.

Sin ti
Que me puede ya importar
Si lo que me hace llorar
Está lejos de mí.

Sin ti
No hay clemencia en mi dolor
La esperanza de mi amor
Te la lleves por fin.


Sin ti
Es inútil vivir
Como inútil será
El quererte olvidar”.

¡No pude resistir más!… Dejé de escribir y decidí contemplarla sin interrumpirla, escuchaba su candorosa voz y  veía su profunda concentración en su antaño feliz.

No demoró mucho y se percató de mi espionaje.  Entonces la interrogué  por aquellas canciones, a lo cual me respondió que eran de las primeras que le brindaron en serenatas sus admiradores.

Me incomodó, un poco, el saber que mi padre no fue su primer pretendiente, pero sí el primer novio y luego  su esposo, de quien es viuda. Él sí la conquistó y se la ganó. Por otro lado, me agradó saber, que fue muy pretendida. Pero, también, me di cuenta que me podía contar más de su vida romántica, si lograba mantenerla romántica.

Cogí mi computadora, la lleve al comedor, desde ahí entre al portal de YouTube, busque un “Mix de Los Panchos” y empecé a complacerla con su música de antaño,  sin antes no decirle que todas esas canciones yo se las dedicaba. El primer tema que escuchó intitulaba: “Si tú me dices ven”… Luego siguieron muchas más, hasta que ella interrumpió  para decirme: “Dios te bendiga por ser tan buen hijo, con tu madre viejita”.

Nos pusimos sensibles, muy sensibles y le manifesté: nací para servirle madre mía…hasta que la muerte nos separe… hasta el fin…

Me di cuenta que las horas que pasa en la ventana, es donde evoca sus recuerdos que se refugian ahí.

Su nostalgia me contagió, me entristecí… Para no interrumpir su dicha, subí a mi departamento  a secar mis lágrimas. La dejé escuchando esa bella música. Salí a la terraza, encendí un cigarrillo, evoqué a mi aún esposa y a otras mujeres de mi pasado…  Mis ojos dejaban caer los sentimientos que les tuve a ellas.

Reflexioné: sólo cuatro mujeres han impactado en mi vida, mi primera ilusión de juventud universitaria, el primer fuerte amor que prosiguió y fue prohibido, mi gran amor a quien hice mi esposa y el más grande amor que he tenido: el de mi madre. Cuatro buenas mujeres que alimentaron y alimentan mi alma, de las cuales estoy lleno de muchos y buenos recuerdos. Solo a ellas les escribí, escribo  y escribiré.

En cuanto me recuperé y estabilicé, busqué a mi madre, y le pregunté por mi padre.

“Tu padre fue tan celoso, que cuando escuchaba por la radio y yo las entonaba solo me permitía escuchar las que él me había dedicado. Yo, claro que las tarareaba sin malicia, pero eso a él lo enojaba y me decía que solo debo de recordarlo a él. En las fiestas, apenas terminaba una canción de bailarla, se ponía en frente mío para evitar que alguien baile conmigo. Si alguien se le acercaba a pedir mi mano para bailar, tu papi les decía: ella solo baila conmigo….Claro, yo lo comprendía, porque era por amor. Él fue un caballero, muy culto, muy correcto y sin vicios. Eso me inclinó a decidirme por él… A todos sus hijos los amó como no tienes idea. Pero, tú fuiste su predilecto... En, verdad,  el me adoraba… Él sí qué me amó y hasta la muerte… A todos nos amó inmensamente… como yo también lo amé”.

Justo, cuando mi madrecita acabó de confesarme eso que tenía reservado para mí, empezamos a escuchar “Obsesión”:

Amor es el pan de la vida.
Amor es la copa divina.
Amor es un algo sin nombre.
Amor obsesiona al hombre por una mujer.

Yo estoy obsesionado contigo,
Y el mundo es testigo de mi frenesí.
Por más que se oponga el destino,
Serás para mí, serás para mí.

De algo sí estoy seguro: mi padre a mi madre la espera en el Cielo.

Recapacito: por qué la vida nos quita las personas que más amamos. Y, siempre las amaré.

Soy obsesionado.


Franz Merino


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jueves, 28 de noviembre de 2013

SOLEDAD Y VIUDEZ.




SOLEDAD Y VIUDEZ.

He lavado por seis ocasiones los interiores de mi madre en una sola mañana.
También le ayudé a ponerse los limpios por su debilidad y grueso vientre.
Todo por causa de su resistencia  a la sana nutrición y exceso de golosinas.
Después de un secado rápido, se los he planchado para que cuente con reserva.
Le troce una manzana verde, su color favorito,  e ingirió suero oral a la fuerza.

Sus necesidades seniles respecto a la salud, cada vez,  se hacen más presentes.
No se deja ayudar, las terapias físicas para sus brazos y piernas las abandonó.
Aparentemente  solo necesita mucha compañía, buen trato y abundante cariño.
Le he escuchado pedirle a su Dios que por favor la recoja lo más pronto posible.
Siento que está cansada de vivir, también eso cansa, sumada a la soledad y viudez.

Por mi experiencia a mis amigos cumpleañeros  ya no les deseo lleguen a la vejez.
Ahora les deseo los necesarios  mientras sean autosuficientes y tengan más amigos.
También les deseo mantengan joven su  espíritu, gran lucidez y jamás dejen de reír.
Permanezcan siempre motivados, amen: el buen arte, lo ético y estético, lo bello.
Siempre practiquen una actividad intelectual, ejerciten su memoria, su mente.

Franz Merino


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martes, 12 de noviembre de 2013

INMENSA SOLEDAD









INMENSA SOLEDAD

Estoy en la terraza del edificio de mi madre.
Un tercer piso donde siento mucho frío lojano, el cielo está despejado.
Acabó de llover, de llorar el cielo como yo tantas veces lo hice por la tristeza.
El amarillo suave de la casa es el más abundante,
pero el verde, el  color preferido de mi madre es el que resalta;
mi padre accedió a pintarlo por consentir a mi madre, por el amor que le tuvo,
por ser ella su gran amor… su primera novia y la última que tuvo.

Me siento inmensamente solo, tengo mis razones, espero el mañana venga pronto.
Sea un amanecer donde vea de nuevo a mi madre y se repita la rutina de cuidarla…
Aunque, a veces, deseo  que ya no despierte y descanse en paz, que pase al más allá.
Deje de sufrir la pérdida de su compañero, mi finado papacito, y sus dolores físicos.
Siento  que estas sombras lunares, esta soledad y  el silencio de esta noche,
me preparan a mí y no a ella para recibir junto con mi familia su total ausencia.
Veré la muerte… Eso será el premio por cuidar de ella… Con eso se acabará, todo.

El plan de mañana será casi igual al de ayer y al de hoy.
Después de su desayuno le daré la tableta para su presión, una vitamina,
una pastilla para controlar su edema en las piernas… en la noche la del corazón.
Limpiaré el sanitario de su cuarto… jamás dura más de un día limpio.
Asearé con un trapo mojado sus piernas untadas con sus sobras diarreicas…
Con otro trapo le secaré, luego ambos los lavaré a mano en la lavandería de la terraza.
El cloro para desinfección  y el desodorante ambiental  no pueden faltar.

Volveré a pedirle que por favor se bañe…  aunque no me hace caso.
Siempre me dice lo mismo: mañana lo haré, hoy tengo mucho frío, mijito…
Otra vez, colocaré una silla de madera color verde dentro de su cabina de baño.
Le explicaré que yo la bañaré y que no se avergüence  al verse desnuda frente a mí;
que me deje devolverle su materno amor con mi filial gratitud, para eso su hijo soy.
Intentaré brindarle la máxima confianza, recalcaré que el aseo es indispensable.
Antes ella me aseaba cuando era niño, ahora yo deberé hacerlo con ella en su vejez.

Por un lado deseo se mantenga con vida y otras deseo ya su retirada por el umbral.
Es como las medicinas, por un lado le hacen bien y por el otro lastiman y hacen mal.
Los médicos con quienes rutinariamente la llevo, le advierten de su desgaste irreversible.
Le piden: deje de abusar del pan, del chocolate, del café, de sus variadas golosinas;
ejercite sus brazos,  camine lo más que pueda, es por  el bien de su corazón, manifiestan.
Cómo sería  la vida de mi madre sin mí… Qué destino desolado y angustioso le esperaría…
Cómo sería mi vida sin ella…Qué destino me esperará…Qué cosas… Qué enigmas…

Franz Merino

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