ASOMADA A LA VENTANA.
Por mi delante, a paso lento, veo avanzar
una ancianita con sonrisa y tierna
mirada.
Se dirige a la ventana favorita de su
casa, la de la derecha de las dos que tiene su sala,
están ubicadas en el segundo piso , de
ellas cuelgan cortinas y cenefas blancas;
busca su silla roja de descanso, se sienta y corre un poco la ventana móvil
para airarse…
Es mi madre que ahí entrega bastante tiempo de sus mañanas, tardes y noches…
Observa… revive sus recuerdos… medita… asomada
como vigía permanece…
Es casi centinela impaga de las
viviendas de los vecinos y del auto abajo estacionado.
Desde el sillón, mientras yo escribo en
mi computadora la escucho cantar sentidamente:
“Te quiero, como no te quiso nadie, como
nadie te querrá.
Te adoro, como se adora en la vida, la
mujer que se ha de amar.
Te quiero, como se quiere a la vida,
cuando la vida es verdad.
Como se quiere a una madre, como se
quiere a un hermano, con ese amor sin igual.
Como se quiere en la vida una vez y nada
más”.
Apenas terminó aquella romántica canción, empezó a entonar
otra nostalgia. Poco tiempo me dio para seguir traspasando esos bellos versos
brotados de su boca. Su voz angelical debía dejarla secundaria para
concentrarme en esas frases de amor.
“Oye esta canción que lleva
alma, corazón y vida;
esas tres cositas nada más te doy.
Porque no tengo fortuna,
estas tres cosas te ofrezco
alma, corazón y vida
y nada más.
Alma para conquistarte,
corazón para quererte,
y vida para vivirla junto a ti”.
La absorbe un silencio y prosigue
cantando esta otra:
“Sin un amor, la vida no se llama vida
Sin un amor... le falta fuerza al
corazón,
Sin un amor el alma muere derrotada:
Desesperada en el dolor,
Sacrificada sin razón,
Sin un amor; no hay salvación.
No me dejes de querer... te pido,
No te vayas a ganar... mi olvido”.
Otro de esos cortos silencios la
invade… le auxilia a rebuscar en su
memoria otra de esas canciones para los corazones enamorados, la encuentra y la canta:
“Sin ti
No podré vivir jamás
Y pensar que nunca más
Estarás junto a mí.
Sin ti
Que me puede ya importar
Si lo que me hace llorar
Está lejos de mí.
Sin ti
No hay clemencia en mi dolor
La esperanza de mi amor
Te la lleves por fin.
Sin ti
Es inútil vivir
Como inútil será
El quererte olvidar”.
¡No pude resistir más!… Dejé de escribir
y decidí contemplarla sin interrumpirla, escuchaba su candorosa voz y veía su profunda concentración en su antaño
feliz.
No demoró mucho y se percató de mi
espionaje. Entonces la interrogué por aquellas canciones, a lo cual me respondió
que eran de las primeras que le brindaron en serenatas sus admiradores.
Me incomodó, un poco, el saber que mi
padre no fue su primer pretendiente, pero sí el primer novio y luego su esposo, de quien es viuda. Él sí la
conquistó y se la ganó. Por otro lado, me agradó saber, que fue muy pretendida.
Pero, también, me di cuenta que me podía contar más de su vida romántica, si
lograba mantenerla romántica.
Cogí mi computadora, la lleve al
comedor, desde ahí entre al portal de YouTube, busque un “Mix de Los Panchos” y
empecé a complacerla con su música de antaño, sin antes no decirle que todas esas canciones
yo se las dedicaba. El primer tema que escuchó intitulaba: “Si tú me dices
ven”… Luego siguieron muchas más, hasta que ella interrumpió para decirme: “Dios te bendiga por ser tan
buen hijo, con tu madre viejita”.
Nos pusimos sensibles, muy sensibles y
le manifesté: nací para servirle madre mía…hasta que la muerte nos separe…
hasta el fin…
Me di cuenta que las horas que pasa en
la ventana, es donde evoca sus recuerdos que se refugian ahí.
Su nostalgia me contagió, me entristecí…
Para no interrumpir su dicha, subí a mi departamento a secar mis lágrimas. La dejé escuchando esa
bella música. Salí a la terraza, encendí un cigarrillo, evoqué a mi aún esposa
y a otras mujeres de mi pasado… Mis ojos
dejaban caer los sentimientos que les tuve a ellas.
Reflexioné: sólo cuatro mujeres han
impactado en mi vida, mi primera ilusión de juventud universitaria, el primer
fuerte amor que prosiguió y fue prohibido, mi gran amor a quien hice mi esposa
y el más grande amor que he tenido: el de mi madre. Cuatro buenas mujeres que
alimentaron y alimentan mi alma, de las cuales estoy lleno de muchos y buenos
recuerdos. Solo a ellas les escribí, escribo y escribiré.
En cuanto me recuperé y estabilicé,
busqué a mi madre, y le pregunté por mi padre.
“Tu padre fue tan celoso, que cuando
escuchaba por la radio y yo las entonaba solo me permitía escuchar las que él me
había dedicado. Yo, claro que las tarareaba sin malicia, pero eso a él lo
enojaba y me decía que solo debo de recordarlo a él. En las fiestas, apenas
terminaba una canción de bailarla, se ponía en frente mío para evitar que
alguien baile conmigo. Si alguien se le acercaba a pedir mi mano para bailar, tu
papi les decía: ella solo baila conmigo….Claro, yo lo comprendía, porque era
por amor. Él fue un caballero, muy culto, muy correcto y sin vicios. Eso me
inclinó a decidirme por él… A todos sus hijos los amó como no tienes idea.
Pero, tú fuiste su predilecto... En, verdad,
el me adoraba… Él sí qué me amó y hasta la muerte… A todos nos amó
inmensamente… como yo también lo amé”.
Justo, cuando mi madrecita acabó de confesarme
eso que tenía reservado para mí, empezamos a escuchar “Obsesión”:
Amor es el pan de la vida.
Amor es la copa divina.
Amor es un algo sin nombre.
Amor obsesiona al hombre por una mujer.
Yo estoy obsesionado contigo,
Y el mundo es testigo de mi frenesí.
Por más que se oponga el destino,
Serás para mí, serás para mí.
De algo sí estoy seguro: mi padre a mi
madre la espera en el Cielo.
Recapacito: por qué la vida nos quita
las personas que más amamos. Y, siempre las amaré.
Soy obsesionado.
Franz Merino
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