INMENSA SOLEDAD
Estoy en la terraza del edificio de mi madre.
Un tercer piso donde siento mucho frío
lojano, el cielo está despejado.
Acabó de llover, de llorar el cielo como
yo tantas veces lo hice por la tristeza.
El amarillo suave de la casa es el más
abundante,
pero el verde, el color preferido de mi madre es el que resalta;
mi padre accedió a pintarlo por
consentir a mi madre, por el amor que le tuvo,
por ser ella su gran amor… su primera
novia y la última que tuvo.
Me siento inmensamente solo, tengo mis
razones, espero el mañana venga pronto.
Sea un amanecer donde vea de nuevo a mi
madre y se repita la rutina de cuidarla…
Aunque, a veces, deseo que ya no despierte y descanse en paz, que pase
al más allá.
Deje de sufrir la pérdida de su
compañero, mi finado papacito, y sus dolores físicos.
Siento que estas sombras lunares, esta soledad y el silencio de esta noche,
me preparan a mí y no a ella para
recibir junto con mi familia su total ausencia.
Veré la muerte… Eso será el premio por
cuidar de ella… Con eso se acabará, todo.
El plan de mañana será casi igual al de
ayer y al de hoy.
Después de su desayuno le daré la
tableta para su presión, una vitamina,
una pastilla para controlar su edema en
las piernas… en la noche la del corazón.
Limpiaré el sanitario de su cuarto… jamás
dura más de un día limpio.
Asearé con un trapo mojado sus piernas untadas
con sus sobras diarreicas…
Con otro trapo le secaré, luego ambos los
lavaré a mano en la lavandería de la terraza.
El cloro para desinfección y el desodorante ambiental no pueden faltar.
Volveré a pedirle que por favor se bañe…
aunque no me hace caso.
Siempre me dice lo mismo: mañana lo
haré, hoy tengo mucho frío, mijito…
Otra vez, colocaré una silla de madera color
verde dentro de su cabina de baño.
Le explicaré que yo la bañaré y que no
se avergüence al verse desnuda frente a
mí;
que me deje devolverle su materno amor
con mi filial gratitud, para eso su hijo soy.
Intentaré brindarle la máxima confianza,
recalcaré que el aseo es indispensable.
Antes ella me aseaba cuando era niño,
ahora yo deberé hacerlo con ella en su vejez.
Por un lado deseo se mantenga con vida y
otras deseo ya su retirada por el umbral.
Es como las medicinas, por un lado le hacen
bien y por el otro lastiman y hacen mal.
Los médicos con quienes rutinariamente la
llevo, le advierten de su desgaste irreversible.
Le piden: deje de abusar del pan, del
chocolate, del café, de sus variadas golosinas;
ejercite sus brazos, camine lo más que pueda, es por el bien de su corazón, manifiestan.
Cómo sería la vida de mi madre sin mí… Qué destino
desolado y angustioso le esperaría…
Cómo sería mi vida sin ella…Qué destino
me esperará…Qué cosas… Qué enigmas…
Franz Merino
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