Y su logrado gran edificio se redujo aquel día
a un cuarto.
No existían más paredes que dividían sus
recuerdos, su hogar.
Presintió que su refugio ya no sería su casa,
sino el mundo.
Su cuerpo destilaba un aroma exclusivo, empapaba
su lecho mortal.
Su partida estaba lista, llegaban sus bellos
recuerdos familiares.
¡Sí!, los cómplices transcendentes de su
derrotero estaban presentes.
Arribaron de uno en uno los amados, también grupos
en su orden de aprecio.
La escena final de su teatro vital se fraguaba
en aquella habitación.
El regazo de su pariente preferida, la más
amada, le sirvió de almohada.
Fueron plumas angelicales las caricias en su
frente obsequiadas por su sobrina.
Su respiración se extinguía, sin pronunciar
emitía gracias y más gracias a la vida.
Su ángel terrenal y cariñoso se apartó, retomándolo
su celeste arcángel San Miguel.
Así partió mi papacito, hoy aún presente en su
alcoba, en mi corazón y en mi mente.
De vez en cuando, percibo su aroma final; es apacible,
me brinda gratitud y calma.
Él, un arcano me reveló: creo y habito en una existencia
visible y otra invisible; honro.
¡Así debía ser, así fue! ... ¡Así es!
¡Le venero siempre, papi!...
Su hijo,
Franz Alberto Merino Dávila.
¡Feliz mes a todos los padres!
P.D. Escrito en homenaje al mes natal y de su
partida, abril de 2022
#franzmerino @franzmerino