Gracias por haberme permitido estar en un momento tan difícil de tu vida, como es el fallecimiento de tu madrecita, junto a tu bella hija y a toda tu familia. Gracias mi gran amiga Mireya, por ser tan buena hija, madre, mujer y excelente amiga, con quien he compartido muchos momentos tristes, muy infelices; como también, las alegrías y abundante felicidad. Mucha fuerza, más de la que tienes desde ahora, mi buena amiga del alma. Todo te saldrá bien; ya verás, solo recibirás millones de bendiciones de Dios y toda la gratitud del ángel maternal que siempre te protegerá. Se te quiere, tu amigo, Franz.
Q.E.P.D.
Rosario Valarezo Arias.